Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Timbulsloko: Un pueblo que se hunde en el mar

Susan Herawati, KIARA, Indonesia

Timbulsloko es un pueblo costero del norte de Java, situado en una de las regiones de Indonesia que se están hundiendo con mayor rapidez. La intrusión del agua del mar se registró por primera vez en 1990, marcando el inicio de una dramática transformación del paisaje y los medios de vida del pueblo. En 1995, la subida del nivel del mar era constante, y entre 2002 y 2016 aumentó una media de 18 centímetros al año. Acompañada del hundimiento de la tierra, esta subida ha dejado gran parte de Timbulsloko permanentemente bajo el agua. Más de 100 hectáreas de tierra y entre 400 y 1.300 metros de costa ya han desaparecido, junto con muchas viviendas.

No se trata simplemente de un desastre natural. La expansión industrial ha agravado la crisis. Tras la colada de lodo de Lapindo, que desplazó a las industrias de Java Oriental en 2006, éstas se trasladaron a Java Central, atraídas por los menores riesgos medioambientales y costes laborales. Demak, el distrito donde se encuentra Timbulsloko, se convirtió rápidamente en un centro industrial, lo cual, junto a la ampliación del puerto de Tanjung Mas, empeoró la situación. La industria extrae enormes cantidades de agua subterránea, lo que hace que la tierra se hunda aún más rápido. Esto ha hecho que las inundaciones se hayan vuelto insoportables, y Timbulsloko va desapareciendo año tras año.

Este lento desastre ha transformado el modo de vida de los habitantes. En los años sesenta, la costa estaba cubierta de arrozales, cocoteros, árboles frutales y granjas de hortalizas. Las familias se alimentaban de arroz, maíz y legumbres, y la agricultura era el sostén tanto de la dieta como de los ingresos. Pero cuando el mar se tragó la tierra fértil, la agricultura se hizo imposible. Los residentes se vieron obligados a pasar de la agricultura a la cría de camarones y chanos, y ahora la mayoría depende exclusivamente de la pesca, a menudo en condiciones precarias.

Las consecuencias son graves. La caída de los ingresos y la inseguridad alimentaria han abocado a las familias a luchar por sobrevivir. Lo que fue una próspera comunidad agrícola se encuentra ahora en la primera línea de la crisis climática, atrapada entre la subida del nivel del mar y unas políticas de desarrollo insostenibles que siguen hundiéndola aún más.

Voces desde el campo 2

La autogestión comunitaria de la tierra como vía hacia la justicia climática y de género

Massa Koné, UACDDDD, Malí

En Mali, la lucha por la tierra ha sido durante mucho tiempo una lucha por la dignidad. Durante décadas, las comunidades rurales, las mujeres y las organizaciones de la sociedad civil -lideradas por la Unión de Asociaciones y Coordinaciones de Asociaciones para el Desarrollo y la Defensa de los Derechos de los Desfavorecidos (UACDDDD por sus siglas en inglés)- presionaron para que se reconocieran sus derechos. Su persistencia dio frutos en 2017, cuando Mali adoptó una histórica Ley de Tierras Agrarias (LFA), seguida de un decreto de aplicación en 2018.

Por primera vez, se reconocieron legalmente los derechos consuetudinarios de tenencia de las comunidades rurales, creando un nuevo marco en el sistema de gobernanza de la tierra de Mali que protege el control de las comunidades sobre sus recursos. Un elemento central de este sistema son las Comisiones de Tierras Rurales, o COFOV (Commissions Foncières Villageoises).

Las COFOV son más que estructuras jurídicas: son espacios de democracia de base. En regiones amenazadas por la agroindustria y los proyectos extractivos, devuelven el poder de decisión a las comunidades, que establecen colectivamente las normas de uso, gestión y transferencia de tierras. Las mujeres, históricamente excluidas, asumen ahora funciones de liderazgo, transmiten conocimientos y salvaguardan la soberanía alimentaria. Su presencia reafirma que la justicia de la tierra y la justicia de género son inseparables.

Hasta la fecha, la UACDDDD ha apoyado la creación de COFOV en más de 380 pueblos mediante un proceso participativo de diez etapas basado en la legislación nacional y en décadas de lucha. Este enfoque da prioridad a las mujeres y los jóvenes, garantizando así una gobernanza de la tierra inclusiva, equitativa y pacífica. Es importante destacar que los COFOV no sólo defienden el acceso equitativo a la tierra, sino también la gestión colectiva de los territorios basada en la agroecología campesina.

Mientras el mundo se prepara para la COP 30, la experiencia de Malí ofrece una lección vital: la justicia climática no surgirá de promesas de arriba abajo, sino de comunidades que gobiernen sus territorios como bienes comunes. Los COFOV demuestran que es posible una transformación profunda si se capacita a las comunidades para gobernar sus tierras como un bien común, para el futuro de todos y todas.

Voces desde el campo 3

El poder sanador de la agroecología

Angie Belem Ruiz, Galaxias-UNICAM SURI, Argentina

Las galaxias de refugio agroecológico son granjas gestionadas colectivamente en Argentina, creadas en tierras recuperadas del agronegocio. Lanzadas en 2018 por UNICAM SURI, la universidad campesina del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE-VC), ofrecen refugio, sanación y trabajo digno a jóvenes, mujeres, personas de género diverso y migrantes que se enfrentan a la exclusión, la violencia o la adicción.

Llegué a las Galaxias cuando me condenaron a prisión por formar parte de un grupo de jóvenes que tenían problemas de adicción a las drogas en una villa miseria a las afueras de La Matanza, Buenos Aires. El tribunal me condenó a cinco años. En el juicio, un coordinador de las Galaxias le pidió al juez que me dejara cumplir mi condena en una de sus comunidades, trabajando la tierra en lugar de estar encerrada. Para mi sorpresa, el juez accedió, permitiéndome no solo vivir y trabajar allí, sino también tener a mis dos hijas menores conmigo.

Empecé aprendiendo a criar cabras con la Mabel, una campesina que me enseñó a ordeñar, garantizar la higiene, enfriar la leche y hacer queso. Más tarde, me ocupé de las gallinas ponedoras: alimentarlas, darles de beber, pastar y limpiar su gallinero. Hoy, en Galaxia La Dorotea, cuido ovejas y comparto responsabilidades con otros jóvenes.

Gracias a este trabajo, mi vida se transformó. Producir alimentos saludables y vivir en comunidad se convirtió en una terapia y una educación. Pasé de ser reclusa a ser coordinador, con responsabilidades organizativas y administrativas.

La agroecología me curó. Me devolvió la dignidad, profundizó mi vínculo con mis hijas y me mostró que la cooperación y la vida en contacto con la tierra pueden convertir la desesperación en esperanza. Para mí, las Galaxias son más que un refugio: son un camino hacia la libertad, al tiempo que curan a la Madre Tierra y construyen sistemas alimentarios justos y sostenibles.

Voces desde el campo 4

Dar poder a la gente

Movimiento de personas afectadas por las presas (MAB), Brasil

Durante los dos últimos años consecutivos, la Amazonia brasileña ha sufrido las peores sequías de su historia. Grandes ríos como el Madeira, en Rondônia, el mayor afluente del río Amazonas, que alcanza una profundidad de más de 20 metros, bajó a menos de 25 centímetros en 2024. A lo largo de este periodo, las comunidades tradicionales y ribereñas (en portugués; ribeirinhas) han visto comprometida su producción alimentaria y pesquera, así como su acceso a la sanidad, la educación y otros derechos.

La intensificación de la crisis climática y, en consecuencia, de los fenómenos extremos se ha producido a un ritmo más rápido que la respuesta estatal a la misma. Por ello, sin dejar de presionar a los gobiernos, las poblaciones afectadas organizadas en el Movimiento de Afectados por Represas (MAB) de la región empezaron a organizar sus propias medidas de adaptación, basadas en el principio de atender primero las necesidades de la gente y en un formato colectivo.

En Rondônia, como resultado de la lucha por la justicia climática, los afectados han logrado la construcción de más de 800 sistemas, redes de captación, filtración, almacenamiento y distribución de agua, construidos por la gente en un esfuerzo colectivo.

Las poblaciones que históricamente han contribuido menos al calentamiento global y protegen nuestros bosques no sólo son ahora las que pagan el precio más alto, sino que también tienen que desarrollar soluciones sin contar con las mismas condiciones. La respuesta a la crisis que vivimos pasa por dar poder a la gente y transformar la sociedad y el desarrollo desde la base. ¡Agua para la vida!

Cuadros

Cuadro 1

Hacia la CIRADR +20 para avanzar en la soberanía alimentaria y la justicia climática

La II Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR+20) se celebrará en Colombia en febrero de 2026, tras el llamamiento de las organizaciones locales de campesinos.as, Pueblos Indígenas, pastores.as, pescadores.as artesanales y comunidades rurales. Colombia, uno de los pocos países que avanzan en la reforma agraria, se ofreció para acoger este evento mundial.

La CIRADR+20 llega en un momento crítico, en el que el acaparamiento de tierras, la especulación, la desigualdad y la destrucción ecológica siguen desplazando a millones de personas y agravando el hambre y la pobreza. Para las comunidades rurales, la tierra y los territorios son la base de la vida, la cultura, la dignidad y la soberanía alimentaria. Por lo tanto, esta conferencia no es sólo un foro político:  es un espacio para exigir justicia, desafiar al poder empresarial y presionar por un cambio sistémico basado en los derechos de las personas.

La primera CIRADR en 2006 fue histórica, ya que abrió un espacio para los gobiernos y para los movimientos sociales, que organizaron el foro «Tierra, Territorio y Dignidad». Allanó el camino para importantes logros como las Directrices de Tenencia, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (UNDRIP por sus siglas en inglés) y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y Otras Personas que Trabajan en Zonas Rurales (UNDROP por sus siglas en inglés), que afianzaron el reconocimiento de la tierra como un derecho humano. Sin embargo, a pesar de las victorias obtenidas en algunos países, su aplicación ha sido limitada.

Veinte años después, y a la luz de las múltiples crisis a las que se enfrenta el mundo, las organizaciones de productores de alimentos a pequeña escala esperan que la CIRADR+20 algo más: que haga frente a la concentración de la tierra, garantice los derechos colectivos y consuetudinarios, avance en la reforma agraria redistributiva, garantice la justicia de género y generacional, y defienda los territorios como espacios de resistencia, esperanza y transformación.

Cuadro 2

Ecologizar a través de los datos, pero los datos no pueden ser ecológicos

Mientras los movimientos por la justicia alimentaria, agraria y climática quieren sincronizar sus luchas hacia el cambio de sistema, los mercados de carbono prosperan con herramientas y procesos digitales: encontrar información, hacer cálculos, programar una actividad productiva, transmitir información a través de los mares o automatizar los viveros -entre otros-, aparecen como algo exento de problemas, preciso y limpio.

Con arreglo al nuevo orden digital mundial, las explotaciones agrícolas pequeñas y micro, los bosques comunitarios e incluso los patios de los hogares campesinos pueden entrar en los mercados de carbono, ya que su capacidad de secuestro de CO₂ puede calcularse y subastarse.

Las mediciones por satélite, la agricultura de precisión con sensores en campos y bosques, el aumento de la conectividad, el uso generalizado de teléfonos inteligentes y tabletas, la modelización con inteligencia artificial, el aumento de la robotización y la automatización en las fábricas… son algunos de los despliegues que las empresas esperan ampliar como parte de sus esfuerzos para compensar sus emisiones. Esto se combinaría con el pago de créditos de carbono, bonos verdes y azules, bonos climáticos y otros instrumentos financieros que se debatirán en la COP30.

El impulso que la digitalización está dando a los mercados de carbono debe denunciarse como la estafa que es, una pescadilla que se muerde la cola. Las tecnologías digitales nunca podrán ser limpias porque dependen de los combustibles fósiles para alimentar los centros de datos y los gadgets, y requieren del extractivismo más agresivo para obtener sus materiales.

¿Veremos a las grandes empresas de tecnología digital en la COP30 intentando atraer a la gente con compensaciones, mientras ofrecen sus herramientas para medir emisiones especulativas?

Cuadro 3

Reforma agraria, agroecología y lucha por la justicia climática

La crisis climática a la que nos enfrentamos hoy tiene sus raíces en una larga historia de desposesión -en la que nuestros pueblos han sido expulsados de sus territorios- y colonización cuya herencia continúa hoy en día en y el control empresarial de nuestros sistemas alimentarios.

El modelo de agricultura industrial, que antepone los beneficios a las personas y la naturaleza, ha destruido sistemáticamente la biodiversidad, contaminado el planeta y agravando la crisis climática. Cada año lo vemos en los fenómenos meteorológicos extremos, y las consecuencias más graves recaen sobre quienes trabajan la tierra, pescan en las aguas y cultivan alimentos para nuestras comunidades.

Para hacer frente a este sistema alimentario destructivo dirigido por las empresas es necesario un cambio fundamental en la forma en que nos relacionamos con la tierra, el agua, los bienes comunes y los territorios, y cómo se comparte el control sobre ellos.

Por lo tanto, para los campesinos.as, los Pueblos Indígenas, los pescadores.as, los pastores.as y todos los pequeños.as productores.as de alimentos y trabajadores.as de la tierra, la lucha por la reforma agraria es fundamental para la lucha más amplia por la justicia climática. Esto se debe a que, sencillamente, si los pueblos no tienen el control sobre la tierra, el agua, las semillas y los territorios, no se puede practicar la agroecología, la práctica que sana la tierra y sostiene a las comunidades.

Por lo tanto, la reforma agraria integral implica algo más que redistribuir la tierra. Se trata de recuperar los bienes comunes necesarios para construir territorios de cuidado y economías basadas en la solidaridad.

Esto debe ocurrir a través de la participación democrática de quienes producen y consumen alimentos. La reforma agraria que reclaman movimientos sociales como La Vía Campesina es, por tanto, una lucha por las condiciones materiales que permitan a los pequeños productores vivir con dignidad y cultivar alimentos en armonía con la naturaleza, a través de la agroecología.

¿Por qué la agroecología? La agroecología campesina rechaza la dependencia de insumos químicos y semillas corporativas. En cambio, nutre la biodiversidad, conserva el suelo y el agua, y reconstruye los ecosistemas perdidos o dañados. Es un modelo de producción, una visión política y una forma de vida basada en el respeto a la Madre Tierra y el bienestar colectivo de todos y todas.

Al combinar biodiversidad, salud del suelo, conservación del agua y conocimientos locales, la agroecología campesina construye sistemas alimentarios resistentes que almacenan carbono en los suelos y la vegetación. Estas explotaciones absorben una cantidad significativa de carbono, ayudando a reducir el CO₂ atmosférico. La cubierta arbórea, la diversidad de cultivos y el equilibrio ecológico revitalizan el suelo, restauran el paisaje y evitan la erosión, al tiempo que regulan los climas locales, mantienen la humedad, evitan la erosión y enfrían la tierra tanto a escala local como mundial. Aplicada a la pesca y el pastoreo, la agroecología protege los ecosistemas acuáticos, preserva la biodiversidad y garantiza un acceso justo a los recursos. Los pastores utilizan la movilidad y el pastoreo rotativo para evitar la desertificación y mantener la fertilidad del suelo.

Por tanto, para poder desmantelar el sistema alimentario corporativo y lograr una verdadera justicia social, económica y climática, la lucha por la reforma agraria y la agroecología deben avanzar codo con codo.

Destacados

Destacado 1

De Nyéléni a la Cumbre de los Pueblos: converger hacia el cambio

«No hay lucha sobre un único tema porque no vivimos vidas de un único tema». Audre Lorde

En 2025 y 2026 los movimientos sociales tenemos varias oportunidades para converger y construir alternativas sistémicas propias a las crisis inrterconectadas que afrontamos hoy en día. Estas ocasiones también suponen una oportunidad para movilizarnos contra las entidades que acaparan nuestras tierras y territorios, oprimen a nuestras comunidades y dividen a nuestros movimientos con políticas de extrema derecha: empresas transnacionales, oligarcas y sus nexos con líderes autoritarios.  El 3er Foro Global Nyéléni (que tuvo lugar en septiembre), la Cumbre de los Pueblos hacia la COP 30 e CIRADR +20 agrupa a movimientos sociales que trabajan por el cambio del sistema, desde diferentes puntos de partida y diferentes realidades geográficas y políticas, pero trabajando por objetivos comunes.

En todos estos espacios la cuestión fundamental es cómo contrarrestar la escalada en el acaparamiento de recursos de las políticas neoliberales (como se señala en el artículo «Destacados 2»). La demanda de reforma agraria y de redistribución es una de las respuestas principales a esta cuestión.

El movimiento por la justicia climática lucha contra el sistema de combustibles fósiles que hace nuestro mundo inhabitable, y contamina y arrebata tierras y mares a pescadores.as y campesinos.as. Luchamos contra el complejo militar-industrial que es responsable de enormes sufrimientos, del 5% de las emisiones mundiales y de criminalizar a los defensores del medio ambiente, y absorbe billones de dinero público que deberían destinarse a servicios públicos o a financiar la lucha contra el cambio climático. Luchamos contra la financiarización de la naturaleza, que convierte una supuesta acción por el clima en otra vía para que los bancos y los fondos especulativos se beneficien de la destrucción, a la vez que despojan a los Pueblos Indígenas y rurales. Sabemos que la justicia climática no es posible sin justicia económica: reparaciones por daños históricos, alivio de la deuda. No es posible sin la reforma agraria, el conocimiento indígena y campesino y la lucha contra las grandes desigualdades. Por eso nos hermanamos con otros movimientos, como el de la soberanía alimentaria. 

La soberanía alimentaria ofrece un marco completamente distinto para organizar la producción y el consumo de alimentos. Exige la alimentación como un derecho humano, no como una mercancía, se centra en devolver el poder a las clases trabajadoras rurales y urbanas, que en su mayoría también son productoras de alimentos. Relocaliza los sistemas alimentarios y respeta y refuerza los conocimientos tradicionales. El marco (de la soberanía alimentaria) también politizó la agroecología, la ciencia, la práctica y el movimiento de la agricultura ecológica, que se ha convertido en uno de los ejemplos más garantizados de soluciones locales en todo el mundo.

En el 3erForo Nyéléni los movimientos han profundizado y ampliado el marco para lograr una transformación sistémica, por ejemplo, abordando las falsas soluciones; oponiéndose a los alimentos como arma de guerra, como podemos ver con efectos devastadores en Gaza y añadiendo aspectos cruciales de justicia económica y climática. En este momento llamamos a ampliar y fortalecer nuestras alianzas y luchas colectivas por la emancipación, la justicia, la autonomía y el derecho a la autodeterminación.  

Los movimientos locales de los Pueblos Indígenas, campesinos.as, pescadores.as, pueblos negros, feministas, trabajadores.as, migrantes son los protagonistas cuando se trata de lograr la justicia climática y la soberanía alimentaria y la redistribución de los recursos.

La primera línea de defensa en la lucha contra los proyectos extractivos en sus tierras son los pueblos campesinos, pescadores y Pueblos Indígenas. Son los recicladores los que luchan por un mundo sin plásticos derivados del petróleo. Son las feministas de base las que han exigido economías dedicadas a la vida y el cuidado, no a la extracción. Son las comunidades de pueblos negros e indígenas las que ofrecen al mundo sus conocimientos históricos y tradicionales sobre medicina y producción de alimentos. Si se devuelve la tierra a sus manos, las verdaderas soluciones de base pueden hacerse realidad.

Históricamente, los pueblos organizados han propiciado cambios graduales a pequeña y gran escala. Hoy nos encontramos ante democracias que se desmoronan, el ascenso de poderosos oligarcas y empresas en connivencia con la clase política. Juntos, desde Nyéléni hasta la Cumbre de los Pueblos y el CIRADR +20, afrontaremos este reto con esperanza y solidaridad. Con soluciones reales y prácticas que mejoren la vida de la gente corriente.

Destacado 2

La reforma agraria y la redistribución deben estar en el centro de las políticas climáticas

Una de las estrategias más eficaces para avanzar en la justicia climática es situar la tierra y los territorios bajo el control de los pequeños.as productores.as de alimentos, los Pueblos Indígenas y las comunidades rurales. La tenencia segura y equitativa de la tierra está directamente relacionada con la gestión ecológicamente racional de los recursos de los territorios, los sistemas alimentarios sostenibles, la justicia social, la paz y el bienestar. Sin políticas redistributivas, la concentración de tierras y recursos seguirá alimentando la destrucción ecológica y profundizando la desigualdad.

La desigualdad en el acceso a la tierra desempeña un papel central, aunque poco reconocido, en la triple crisis medioambiental del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. En la actualidad, sólo el 1% de las explotaciones agrícolas controlan el 70% de las tierras cultivables del mundo, mientras que la mayoría de las comunidades rurales, los Pueblos Indígenas y los pequeños proveedores de alimentos se enfrentan a la desposesión y la violencia. Esto no sólo socava sus derechos humanos, sino que también debilita su capacidad demostrada de velar por los ecosistemas. Los territorios bajo su gobernanza muestran sistemáticamente menores tasas de deforestación, mayor biodiversidad, mejor gestión del agua y mayor resiliencia climática.

Desde la crisis financiera de 2008, la tierra es tratada cada vez más como un activo financiero, lo que ha conducido a la especulación, a las adquisiciones a gran escala y al desplazamiento de comunidades. Más recientemente se ha acelerado el «acaparamiento verde» vinculado a las compensaciones por emisiones de carbono y a los mercados de biodiversidad: estos programas representan ya el 20% de las grandes transacciones de tierras. Estas iniciativas, comercializadas como soluciones climáticas, a menudo conducen a la desposesión de las comunidades y erosionan la gestión ecológica. Mientras tanto, los sistemas alimentarios industriales -dependientes de los monocultivos, los combustibles fósiles y los agroquímicos- siguen siendo los principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero, la deforestación y la degradación del suelo y el agua.

Por el contrario, los pequeños.as productores.as -que utilizan sólo el 35% de las tierras de cultivo del mundo y, sin embargo, alimentan a más de la mitad de la población mundial- practican sistemas agrícolas diversos y agroecológicos que mejoran la resiliencia y reducen las emisiones. Su contribución es indispensable para la adaptación al clima, la conservación de la biodiversidad y la soberanía alimentaria. Sin embargo, su capacidad para seguir desempeñando este papel depende de que se aseguren sus derechos sobre la tierra, el agua y los territorios.

La cuestión de quién posee y controla la tierra es, por tanto, inseparable del reto de construir un futuro justo y sostenible. Los Estados tienen la obligación de abordar la desigualdad en la tenencia de la tierra a través de políticas redistributivas no sólo por derechos humanos, sino también por una necesidad social y ecológica. La reforma agraria puede detener y revertir el acaparamiento de tierras, frenar la desigualdad, fortalecer la conservación basada en la comunidad y permitir transiciones justas en aras de la agroecología y de sistemas alimentarios sostenibles.

Así pues, la reforma agraria y las políticas de redistribución de la tenencia deben ser pilares fundamentales de las estrategias climáticas. Su promoción mediante políticas públicas empodera a las comunidades rurales y a los Pueblos Indígenas para gobernar y gestionar ellos mismos sus territorios. En el contexto de los mercados de carbono y de biodiversidad debe ponerse el acento en las medidas para garantizar el respeto, la protección y el cumplimiento de los derechos de los campesinos y otros pequeños proveedores de alimentos, Pueblos Indígenas y comunidades rurales. En resumen, que la población y las comunidades rurales tengan el control sobre la tierra y se garanticen los derechos de tenencia existentes -en particular los derechos colectivos y consuetudinarios- sienta las bases para transiciones justas hacia modelos económicos y sociedades sostenibles y equitativos.

Boletín núm. 61 – Editorial

Anclados en la resistencia: territorios hacia la justicia climática

Ilustración creada para el 3er Foro Global Nyéléni – Cultivar o morir, Chardonnoir. Campesinos.as se alzan como gigantes, con sus manos y sus cosechas como escudo y espada. Defienden la tierra, protegen la vida y recuperan la soberanía, haciendo de los cultivos un acto de rebelión, de resiliencia y de esperanza.

Para los Pueblos Indígenas, campesinos.as, pescadores.as artesanales, pastores.as, habitantes de los bosques, trabajadores.as y demás comunidades rurales, la tierra, las aguas, los bosques y los ecosistemas constituyen la base de la vida. Los Pueblos Indígenas entienden sus territorios como el hábitat total que ocupan o utilizan, donde se arraigan la cultura, la identidad y los medios de vida. Más allá de la producción de alimentos, estos territorios sostienen funciones sociales, culturales, espirituales y ecológicas esenciales. Sin embargo, la tierra y los bienes naturales son objeto de profundas disputas y su distribución desigual refleja la discriminación estructural y las injusticias históricas. A lo largo de los siglos, los procesos de restricción en el uso de los recursos comunes, de colonialismo y de desposesión han concentrado el control en manos de actores poderosos, reforzando la opresión y la exclusión.

En la actualidad, la degradación del clima, la pérdida de biodiversidad y la injusticia medioambiental -impulsadas por economías neoliberales arraigadas en la financiarización, el patriarcado y el colonialismo- intensifican estas luchas. El acceso de las comunidades a la tierra y los territorios, así como su uso y control, siguen siendo esenciales para avanzar en las transformaciones sistémicas previstas por el movimiento por la soberanía alimentaria. Los territorios son lugares de resistencia contra los proyectos extractivos que ponen en peligro la salud, los medios de vida y los ecosistemas, pero también espacios donde las comunidades construyen alternativas basadas en la agroecología. Estos modelos promueven la soberanía alimentaria, la dignidad y la justicia social, climática, medioambiental, de género e intergeneracional.

Mientras los movimientos sociales se movilizan hacia la COP 30 del Clima y la 2ª Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural, esta edición del Boletín Nyéléni subraya el carácter central de la tierra y los territorios en la configuración de futuros justos y sostenibles.

FIAN Internacional, Amigos de la Tierra Internacional, Grupo ETC, La Vía Campesina